jueves, 14 de diciembre de 2017

La traductora del limbo de Robert Walser por Juan Pablo Capdevielle


La traductora del limbo de Robert Walser
por Juan Pablo Capdevielle


(Para una presentación de Robert Walser, traductor del Limbo. Un ensayo de Vanesa Guerra)


La traductora del Limbo de Robert Walser, pasea poéticamente en su ensayo por los paseos Walserianos haciendo una articulación impecable entre algunos rastros biográficos del apátrida a quien el cantón suizo de Berna recibió en su nacimiento, y una fina lectura de cómo hay diversas formas de habitar en el lenguaje.
Como escritora y como psicoanalista, Vanesa Guerra invita a pensar una época, a imaginarla, a través de escritura y letra descarnada de RW, y a pensar en cómo en algunos casos, el entorno, el mundo, su cultura y su momento, son los dueños del destino de una persona. Así se abre lugar a una disyunción, una bifurcación: hacia pensar qué es una estructura que porta un yo constituido, de cómo la cultura influye a una persona en la constitución fantasmática; y/o hacia pensar en los casos en que la fragilidad del yo no permite contar con el abrazo tierno o feroz, pero abrazo al fin, del velo del singular fantasma, esa película con la que cada uno se conecta con el objeto y percibe la realidad, y entonces, a merced de Otro dominante, poderoso y total, la persona se viste y desviste al compás de la propuesta de la actualidad, del momento, de los avatares tempestuosos que irrumpen y se llevan por delante sin más el precario orden de una vida armada de alguien, que sin defensas se desmorona acompasando los movimientos de un afuera. Su interior, es muy débil…

Independientemente de la lecturas que ya han ofrecido de este Ensayo reconocidos escritores, con fraterno y amoroso gesto, la escritora VG me invita una vez más a presentar un nuevo libro suyo. Haré propicia la ocasión para leer en su escritura de este biennacido “ Walser: El traductor del limbo” algunos recortes que realiza netamente de desde su otro costado: psicoanalista.
Con belleza y crudeza, deja en exposición clara, a la vista, con minuciosa disección la geografía psíquica de un sujeto con el yo flojo. Como si el yo estuviera, pero no está, como que se desarma. Punto tan temido en algunos de cualquiera de nosotros cuando la angustia nos desborda, que decimos “estamos desatados” “ estoy que reviento”… algunos solo decimos que nos desatamos, pero en el fondo no nos desatamos nada, y no reventamos, y otros… lo decimos y nos desatamos, reventamos, y otros, no decimos nada y nos desatamos también, reventamos. Entonces, hay de los que se desatan, y de los que no se desatan. Los que revientan y los que no revientan. Los que dicen que revientan y no revientan, y de los que dicen
que revientan, y sí, revientan, y de los que no dicen nada y revientan. Pero, agrego, de uno u otro modo que sea, hay un punto en algunos al extremo rebelde de aceptar la fatalidad de lo perecedero, y en otros sin punto, que habitan el amargado hastío del mundo, como dice Freud, pero a la larga o a la corta, todos, pero todos, reventamos. Naturaleza obliga.

Sin la pretensión, y menos en esta actualidad en la que la mayoría trabajamos en la apuesta por la subjetividad de cada uno dentro del mar de sus posibilidades, de acercarnos a ningún atrevido diagnóstico presuntivo sobre el estado psíquico de Robert Walser, me veo atraído por dialogar y pensar con Vanesa sobre algunas de sus, a mi criterio geniales observaciones y articulaciones sobre el peso de la realidad sin filtro y sus consecuencias.

Decía sobre un paseo poético de VG por los paseos paseados y que pasearon a RW cuando inicié esta presentación. Poiesis es creación, es producción. En su Banquete, Platón así define a la poiesis: “ La causa que convierte cualquier cosa que consideramos de no- ser, a ser”. Así que lo que hace la traductora del limbo de Walser durante este Ensayo es crear una red de contención para que el lector pueda aceptar que hay veces en que la traducción no es posible, porque no hay el límite que marque, que cifre un comienzo a partir de algo que se da por no sabido, se lo acepta así, perdido y constituyente. Hay casos, en que lo perdido constituyente no porta el valor de la cosa, de das ding, alrededor de lo cual el mundo subjetivo da vueltas, porque es un pretendido perdido que cobra inmanencia, presencia, potencia, a cada vez que algo de lo que acontecía particularmente acomodado, se corre. Lo que quiero decir es que la poesía de VG nos conecta, te linkea con eso extraño y desconocido, que se muestra, aparece y oculta a la vez en la magia del instante de la vida de un creador que sobre sí, hizo historia, como padre sin padre, como huérfano de padre, que algo del padre portaba y le alcanzó para pasear de distintos modos por una vida que sin vivir y vivida a su pesar, lo vivió. Parafraseando a VG, vivió y la vida lo vivió…
En su acto poético VG hace ser a RW.
Robert Walser, no hace historia, no pretende ni puede porque no puede dar por perdido, porque hay algo que no pierde, porque experimenta la realización del todo que en la imposibilidad del infinito acontece sin corte. Así, la reminiscencia es el modo con que su escritura da soporte en tanto artificio que enlaza, enhebra de manera protética la armadura de su yo. Artificio que sucumbe a las imposiciones del entorno que desacomoda lo
que estaba acomodado e impacta de manera unísona haciendo trastabillar cierto modo de estabilidad? de algún período en el paseo de Walser por la vida que sin querer vive y lo vive. La vida lo vive.
Ahora bien, como se trata de una lectura sin prejuicios, tanto la de VG como la que intento compartir, más allá de esta experiencia del infinito infinitesimal de la micrografía, hace falta recalcar que RW participa de la cuenta de la existencia, puesto que la escritura, su función, la función de la escritura está ligada a la existencia: entre trazo y trazo opera algo del cese, algo cesa de no escribirse, es decir que por un lado se escribió y por otro, cesó, y eso, plantea un corte que es del orden de la contingencia. Más allá de sí, a pesar de sí, Walser encuentra su camino, el de la escritura que en tanto tal, juega en sus silencios con el corte y así hace posible que sea leída.
Y para entender a Walser, la escritura no es una constante. No alcanza a todo el tiempo orgánico. Pero, entonces, RW si bien vive en una suerte de excepción, exceptuado de ciertos goces que hacen gala de quien habite en el capitalismo, goza a su manera la vida, una vida casi exceptuada del cuerpo.
Walser escribe como un tren que anda, camina sin un destino preciso, y VG invita a su lectura preparándonos en todo momento a cómo sería posible seguirle el tren: sin tiempo ni espacio, en una experiencia que se asemeja a la travesía por una escena sin escenario, sin marco, un paseo por lo infinito sin marca.
En el ensayo de VG insiste una pregunta: Walser, recuerda?

Freud habla del ego, haciendo alusión al yo, y dice que guarda una relación especial con lo que se llama la superficie del cuerpo. Dicha superficie está reflejada en una forma. No hay de la forma, si no hay una superficie, y cuando se piensa en esa forma, ésta se define por su superficie, en lo idéntico. Así el hombre sabe que es un cuerpo, pero, aunque no lo sepa, eso, está en su interior. Se aprehende como cuerpo, y como forma vacía de cuerpo en un movimiento de báscula entre él y el otro. En psicoanálisis pensamos que se trata de una suerte de anterioridad que habita al humano hablante, se trata de una anterioridad que no es cronológica, sino que es lógica.
Hay cuerpo a condición del lenguaje, y mi pregunta es si RW habita en el lenguaje tan solo, o si acaso puede transaccionar con él. El lenguaje no es el ser que habla, está ahí, no es un invento del ser hablante, y habitar el lenguaje y transaccionar con él, implicaría a la lengua que nos embebe cuando al mundo llegamos, en general, la lengua materna, de la que cada
quien de acuerdo a ciertas posibilidades, hace la suya propia. Esto, en RW, parce que no se pudo alzcanzar…





Si el cuerpo tiene superficies, que son bordes, se trata de una porción limitada en el espacio. Tiene un exterior. Hay exterior a condición de un interior. Esto depende de una operación de corte necesario para que se produzca el juego interior- exterior, coincidiendo ambos entre sí. Cuerpo es resultado de un abrazo de ciertas operaciones a la palabra, al lenguaje y a lo que en psicoanálisis se denomina pulsión. Así, el cuerpo no es una bolsa de huesos, músculos y órganos.
En Freud, la identidad corporal quiere decir que cuerpo guarda relación con la imagen del yo, con una imagen yoica. Es decir que existe una aprehensión del cuerpo a partir de la estructuración del yo.
Como Bartleby el escribiente, el personaje que hace cita VG de la obra de Melville, al que se lo describió como “pálidamente pulcro”, “ lamentablemente respetable” o “ incurablemente solitario”, podría ubicarse en RW la misma respuesta ante el requerimiento o presencia del semejante o del mundo: “I would prefer not to.” Prefería no… ruptura como plantea Vanesa entre la palabra y el acto.

El yo se instala a partir de la directiva de lo que conocemos por narcisismo en función de un modelo que es el “ otro”. Así puede deducirse que el yo es relativo al lazo social, se instala el objeto, y es a partir del objeto, que el yo vuelve como modelo. Se produce en ciertos tiempos instituyentes un corte, a partir del cual el/ los objetos quedan afuera, y el cuerpo goza luego de esos objetos, con esos objetos y sus representantes, que operado el corte estructural, ya no se poseen. En RW, de manera sutil y a la vez aguda, la autora explica con pluma ejemplar que ese corte no se ha producido. RW experimenta el éxtasis y se procura un armadura en el acto de la escritura, dice VG: “ … el estado de éxtasis arroja al Yo fuera de sí, y lo amasa con el mundo… el Yo hace Uno, estas ficciones repentinas son sello de la obra de RW, son su máquina de creación. Walser en lo repentino del encuentro se ama en el mundo que descubre y ese mundo lo ama y lo descubre a él, ( y él recibe el amor, se colma y lo agradece)”
Una noción que no querría dejar de lado, y para concluir, es la del amor.
Escribía RW: “ Que voy a hacer con los sentimientos sino dejarlos agitarse y morir cual peces en la arena del lenguaje? Acabaré conmigo en cuanto termine de escribir poesía, y eso me alegra…”
VG interpreta algo que no quiero dejar pasar por alto, en relación a la experiencia del amor en RW: algo así como un amor sin destino, que enferma. Los personajes Walserianos se transforman en el objeto que
aman, ellos son los objetos, entonces el amor vuelve sobre sí sin dar vueltas por el mundo. Jung planteaba para algunos casos algo así como cierta metamorfosis de la libido, como introvertida, encallada sobre el mundo el mundo interior, sin posibilidades de transacción con los objetos del mundo.
No es sin amor que accedemos a la estructura, y no es sin amor que accedemos al cuerpo. Se vive en muchos casos, se sufre y se padece, se goza y se percibe de acuerdo a la modalidad que nos hemos creado en relación a cuánto y como fuimos o no amados en un tiempo perimido al que en muchos casos el recuerdo no accede, y que solo se puede suponer de él, a partir de las construcciones que cada quien realice en su recorrido personal, por ejemplo, un psicoanálisis.
Ese tiempo perimido en RW es difícil de suponer. Escribe el autor: “ Casas, huertos y personas se transformaban en sonidos, todos los objetos parecían un solo espíritu y una sola ternura… Yo me había convertido en un interior, y paseaba como por un interior; todo lo exterior se volvió sueño, lo hasta entonces comprendido, incomprensible. Desde la superficie, me precipité a la fabulosa profundidad que en ese momento reconocía como el bien. Aquello que entendemos y amamos nos entiende y nos ama también. Yo ya no era yo, era otro, y precisamente por eso otra vez era yo…”
Es el amor que trae a los analizantes al consultorio de un analista, en cualquiera de sus vicisitudes. Se lo puede ubicar en términos del narcisismo para pensar esas modalidades de las que hablaba, de cómo cada quien entra al lenguaje, trámite que implica la posibilidad de un cuerpo.
Pero, hay distintos tipos de amor, el que tiende a hacer de dos, uno. Es el amor fusional. Que implica un uno completo. Y también hay un amor que concierne a la discontinuidad, y que propicia la entrada al lenguaje, agujereando justamente, y delimitando borde, que demarca un límite entre lo posible y lo imposible de acceder.
La experiencia de RW, que es la que nos propone, invita de su mano generosa a leer, a recorrer, es la del paseo por lo imposible. Paseo por eso siniestro que tanto se teme y que de a pedacitos a veces sobreviene en la vida de cualquiera de nosotros a través de una pesadilla por ejemplo, que implica tiempo sin tiempo, espacio sin espacio, movimiento en un silencio que hace en su ausencia de sonido algo así como una marca para que nada se mueva. Lo indescriptible de lo que habita en un agujero que no es, pues no tiene borde.





Los invito a todos a sumarse a la experiencia de la lectura de “ Walser, Traductor del Limbo.”


Juan Pablo Capdevielle, Jujuy, 25 de noviembre en Culturarte. Centro Cultural y Museo. Secretaria de Cultura de Jujuy. Argentina





No hay comentarios:

Publicar un comentario